martes, 22 de mayo de 2018

Pintura italiana del Quattrocento y pintores góticos flamencos contemporáneos

Pintura Italiana del Quattrocento

La técnica predominante sigue siendo el mural, tanto en capillasconventos e iglesias, como en los palacios renacentistas., se pinta sobre tabla e incluso sobre determinados muebles, como los arcones o los cassone de bodas, muy populares en el Renacimiento italiano. Sigue usándose la pintura al temple, en la que el aglutinante es el huevo o la cola. Sólo en la segunda mitad de siglo, y empezando por Venecia comienza a introducirse el óleo.


Siguen siendo predominantes los temas religiosos, aunque los mecenas privados comienzan a encargar otros asuntos, como la Mitología o las escenas históricas.

Estos artistas se diferenciaron del gótico precedente al colocar las figuras en espacios arquitectónicos que procuran representar con la debida perspectiva. El centro de atención es la figura humana, generalmente idealizada, estudiada en diversas posturas y movimientos.

 Las proporciones humanas volvieron a normalizarse. Se perfeccionó así la tridimensionalidad y se sentaron las bases del estilo renacentista.

En un primer momento, hay una serie de pintores que enlazan perfectamente con el gótico internacional. Mantienen rasgos como los fondos dorados de las imágenes religiosas o la atención minuciosa al detalle.

Dos pintores contemporáneos que, partiendo del gótico internacional, están ya trabajando en algo distinto, son Fra Angélico (h. 1390 – 1455) en Florencia y Pisanello (h. 1395-1455) en el Norte de Italia. El primero de ellos realiza obras religiosas de un gran idealismo, en las que introduce elementos clásicos en la decoración


Pisanello, por su parte, fue uno de los más distinguidos pintores de su época. Se le conoce sobre todo por sus frescos de grandes dimensiones, llenos de pequeñas figuras. Su color es brillante y el trazo, preciso, mostrando gran minuciosidad en los detalles. 
Finalmente, cabe mencionar, en este primer momento y como figura de transición hacia una generación posterior
Con Masaccio se pone en evidencia una tendencia más hacia el estudio de la perspectiva
Estos pintores florentinos crean pinturas de carácter monumental en las que introducen elementos de la antigüedad grecorromana
A partir de este momento, varios cuadros experimentaron estudio de perspectiva


Pintores góticos flamencos contemporáneos

Dentro de la pintura flamenca existen varias escuelas: la italianista y la reaccionaria durante los siglos XV al XVI, y la naturalista o colorista de la Escuela de Amberes del siglo XVII.


Las dos primeras hacen referencia a la pintura de los Países Bajos que surgió dentro del Renacimiento Europeo. Estaban formadas por un conjunto de artistas relativamente aislados de la revolución del Renacimiento y algunos, como la escuela reaccionaria, contrarios a influencias italianizantes.

Aún conservaban rasgos del estilo góticotécnicos, como el uso de la tabla en lugar del lienzo, y temáticos, sobre todo religiosos y espirituales. Sin embargo, su habilidad detallista e intereses les impulsaron a investigar y a descubrir de forma empírica la perspectiva, a perfeccionar la técnica del retrato al que dotaron de gran profundidad psicológica y a reivindicar el paisaje como tema pictórico.
Su concepción medieval del artista como artesano evitó que muchos de estos pintores fueran conocidos puesto que bastantes no firmaban sus obras hasta bien avanzado el siglo XVI.


El tema religioso predomina en esta etapa, desde la recreación de pasajes bíblicos, hasta los referentes a la vida de santos o anacoretas.
Algunos, como El Bosco o Brueghel el viejo, pintan cuadros ejemplarizantes donde se describen los pecados y sus consecuencias o concepciones más bien filosóficas del mundo basadas en creencias o dichos populares. Para ello se ayudan de una desbordante fantasía de elementos y composición que logra comunicar a través de un lenguaje muy simbólico y sofisticado.



Comparación David de Miguel Ángel y de Bernini

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Miguel Ángel se esmeró en resaltar los detalles que exageran la fuerza del David: el dramatismo en sus ojos, la tensión de su cuerpo y la esencia monumental de su obra, que mide 5,17 metros de altura. El David de Miguel Ángel se encuentra congelado en el momento antes de levantar la piedra, cuando apenas se enfrenta al gigante Goliat planeando su estrategia con una seguridad muy notoria en su pose y en su mirada. Es el elegido de Dios para ser rey, es respaldado por Él, y está preparado para enfrentar al tirano

A continuación de la pose que mantiene el David de Miguel Ángel se posiciona el David de Bernini en una posición de destreza, estrategia y agilidad con todo el sentido de movimiento como lo sabía hacer muy bien Bernini. La obra de Miguel Ángel poco tiene que ver con la escultura de Bernini. Este artista representa al David en el momento exacto en que lanza la piedra con su onda. También se muestra fuerte, pero al mismo tiempo se muestra concentrado, a diferencia del anterior; de quien brota sólo un dramatismo exagerado de su mirada.


Bernini realiza una composición abierta y dinámica siguiendo los parámetros barrocos, mientras Miguel Ángel elige una composición y postura más sosegada de corte clasicista. El héroe renacentista es un hombre tranquilo y confiado; en su rostro se aprecia la victoria. Sin embargo, en esta obra barroca, David es un hombre concentrado: sabe que puede fallar y pone todo su empeño para no hacerlo.


Cada uno de los autores representa a su David en diferentes momentos de la historia: durante y después.


El David que actúa conforme el relato es evidentemente el David de Bernini: un joven pastor con mucha seguridad que se declara voluntario a sí mismo para ir a derrotar al gigante filisteo que atemoriza a todos. Probablemente los autores de las otras dos obras se decidieron por representar el intelecto del David y evidenciar su fuerza masculina ya que no se podían arriesgar a hacer una escultura que no tuviera los rasgos de belleza humana característicos del renacimiento basados en la proporción. Aunque curiosamente el David de Miguel Ángel es criticado por la desproporción de sus manos y su cabeza en relación con torso y piernas.

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martes, 13 de marzo de 2018

Características del Mosaico Bizantino (Pantocrátor y la Deésis)

Características del Mosaico Bizantino

Es una de las manifestaciones más conocidas del arte bizantino, y es una continuación del mosaico paleocristiano. Al igual que en este estilo artístico, se usaba para la decoración de paredes, y no de suelos como era habitual en el mundo romano.

Utiliza teselas de mármol de colores y también de barro cocido policromadas con pasta de vidrio, logrando efectos de gran vistosidad, colorido, riqueza y variedad cromática.

La tendencia general del estilo se basa en la idealización de las representaciones, lo que las vincula a un sentimiento religioso profundamente espiritual que hace que no haya que materializar las formas, sino darles precisamente sensación de irrealidad.

Las composiciones son frontales, con figuras que permanecen aisladas entre sí, con repetición de esquemas, disposiciones rígidas, sin expresar sentimientos ni emociones, hieráticas, que se reiteran monótonamente entre elementos decorativos o de paisajes.

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Temas Iconográficos del Pantocrátor

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El Pantocrátor es una de las figuras más características del arte religioso occidental de la Alta Edad Media. El Pantocrátor es una iconografía frecuente en el arte bizantino y en el arte Románico, transmitiendo a través de su imagen la fuerza y el poder justiciero de Dios.

Se representa por ello bajo un aspecto severo, de expresión seria y solemne, que en ocasiones alcanza rasgos coléricos. Para mayor expresionismo gestual su fisonomía adopta el rostro con bigote, barba y larga melena negra. Es habitualmente un Cristo nimbado y a veces coronado, y cuyo gesto habitual muestra la mano derecha bendiciendo y la izquierda sobre las Sagradas Escrituras.

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Se suele representar sentado en un trono o sobre la bóveda celeste, en un signo de su autoridad universal. Se rodea de una mandorla, un marco en forma de almendra cuyo origen se hallaría en el clípeo de los retratos funerarios romanos y que evocaría el simbolismo de la esfera celeste como imagen de perfección.

Rodeándolo aparece también el Tetramorfos o representación simbólica de los cuatro evangelistas: San Mateo, como un ángel; San Juan, como un águila; San Marcos, como un león; y San Lucas, como un toro.

Su importancia jerárquica en la iconografía cristiana explica su ubicación siempre en lugares preeminentes: en los ábsides de las iglesias, los tímpanos de las portadas de los templos o decorando los frontales de las mesas de altar, en un claro ejemplo de jerarquización espacial de los temas, tan habitual en la imaginería cristiana.

Mosaico de la Deesis

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Igual que Cristo, la Virgen en el arte bizantino tendrá numerosas iconografías que nutrirán tanto al mundo románico como al gótico. En el centro del ábside aparece la Virgen María Theotokos(Madre de Dios) en un lujoso trono con el niño y con los pies sobre un pedestal con joyas.


El más conocido y sin duda el mejor de los mosaicos bizantinos de Santa Sofía, situado en las galerías superiores del templo, concretamente en la galería sur, en su sala central.
Su cromatismo, suavidad y expresión de las figuras demuestra cuán deudor es el treccento italiano del arte bizantino.


Cristo aparece en majestad junto a la Virgen María y Juan el Bautista, los cuales imploran la intercesión de Cristo Pantocrator por la humanidad en el Día del Juicio Final.